“El Mar”, película con guión y dirección de Shai Carmeli-Pollak y actuaciones protagónicas de Muhammad Gazawi y Khalifa Natour, se presentó en la Competencia Internacional de Largometrajes del 40° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. La proyección de esta obra que ganó el principal premio cinematográfico de Israel y fue seleccionada por el
“El Mar”, película con guión y dirección de Shai Carmeli-Pollak y actuaciones protagónicas de Muhammad Gazawi y Khalifa Natour, se presentó en la Competencia Internacional de Largometrajes del 40° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
La proyección de esta obra que ganó el principal premio cinematográfico de Israel y fue seleccionada por el país para los Óscars, contó con la presencia del reconocido realizador israelí.
El filme tuvo una muy buena recepción en el público del festival marplatense y el director fue largamente aplaudido, tras la proyección y el diálogo con el público y la prensa.
Muy emocionado, Carmeli-Pollak, expresó, “tengo ganas de llorar” y “me gustaría que mi compañero -el coproductor palestino- estuviera aquí para ver su reacción a nuestra película”.
Es que se trata de una producción que llevó muchos años para concretarse y que, a pesar de los reconocimientos, ha sido blanco de llamados al boicot por la temática que aborda.
Desde la inocencia de un niño, “El mar” cuenta las dificultades, las restricciones y los peligros que enfrenta la comunidad de distintos pueblos palestinos.
Khaled, entre frustrado y determinado a conocer el mar, luego de que “lo bajaran” del bus escolar en el que iba a ir por primera vez porque “no tenía permiso” -y no era falta de permiso de la familia-, emprende una travesía para llegar a la playa de Tel Aviv.
Sin conocer ni el camino, ni el idioma hebreo, emprende una travesía, en la que se encontrará con muchísimas personas, árabes e israelíes, que lo ayudan y, también, con muchísmos peligros.
De lo que no es consciente el niño es que su travesura, no solo lo pondrá en riesgo a él sino el trabajo y la seguridad de su padre, un trabajador ilegal en Tel Aviv.
“Lo que se ve en la película es algo muy simple, pero la vida de las personas que viven bajo la ocupación se ve afectada en todos los aspectos. No quería mostrar que la gente es un monstruo, quería mostrar lo malo que es el sistema en el que vivimos, que el sistema nos ha llevado a esto”, expresó Carmeli-Pollak.
El cineasta ha realizado obras de ficción, documental y animación, como “My Love” y “Refugees” que recibieron reconocimiento internacional.
“Soy un activista contra la ocupación, lo he sido durante muchos años y me enojo mucho por la situación. Aún así creo que los seres humanos somos, eso, humanos. No creo que nadie se despierte en la mañana y piense ‘seré malo hoy’. Nadie se levanta en la mañana y dice, ‘bueno, hoy voy a ser hebreo’. Pero vivimos en un sistema en el que existe la discriminación. Y a veces hay personas que lo entienden, porque no se ven afectadas. Y es por el sistema que creo que está roto y es incorrecto. Y hace terribles cosas a la vida de la gente”.
Me llamó la atención que cuando esta película se vio en Tel Aviv, mucha gente lloró y a una hora y media de distancia, estaban sucediendo cosas terribles. Para mí fue una experiencia, chocante, muy confusa emocionalmente”. Y es el mismo sentimiento que lo había impulsado a hacerla.
Inspirado en grandes autores como el cineasta iraní Jafar Panahi y el italiano Vittorio De Sica, Carmeli-Pollak señaló que “cuando viajé a Cisjordania por primera vez me sorprendió la brecha entre lo que pensaba y lo que vi con mis propios ojos. Empecé a ser más y más activo en las manifestaciones contra la ocupación. Y entonces, oí de la gente a las que no se permite ir al mar. Y es un tema muy presente. Casi en todos los lugares a los que fui, la gente hablaba de ello. Unos años después tuve esta idea y esta inspiración. Y cuestión de los idiomas es muy cinematográfica” contó.
Pero también aclaró que “no quería hacer una historia sobre lo que se ve en las noticias, sino algo más profundo, sobre seres humanos”.
“Complicado”
Sobre la polémica que suscitó la película en su país, el cineasta aseguró que la situación es “complicada”. “Después de que la película recibió el premio en Israel, fue atacada por el ministro de Cultura. Dijo que representa negativamente al ejército, pero luego también admitió que ni siquiera vio la película. Preferiría vivir en un lugar donde el ministro de Cultura apoye las películas, incluso si no es su agenda. Pero con este gobierno, al menos, la buena noticia es que no tengo que explicar cuando salgo del país, que no represento a este gobierno. Ellos hicieron el trabajo por mí, en parte. Pero todavía hay llamadas para boicotear el Instituto de Cine de Israel”.
Además, señaló que otra complicación es que “trabajo con un productor palestino. Y nos encontramos en una posición muy singular ahora. Queremos presentar nuestra historia que, por supuesto, muestra la parte humana de la situación.
Entiendo que las personas que llaman al boicot lo hacen porque están realmente sorprendidos por lo que vieron en Gaza. Yo mismo protestaba todo el tiempo contra esta guerra y tengo un amigo que perdió 20 miembros de su familia. Así que puedo entender este sentimiento pero quiero que vean las sutilezas y vean este filme. Lo hice de manera muy honesta y con amor y respeto a las personas en las que me inspiré. Este es nuestro camino.Yo y mis compañeros palestinos. Este es el camino que tenemos que seguir”.
Carmeli-Pollak consideró que es “un momento muy difícil, pero siempre hay esperanza y espero que este tipo de trabajo que hago ayude a abrir diferentes caminos emocionales. Porque al fin y al cabo, es el miedo el que hace que la gente termine luchando una contra otra. Israelíes, palestinos, al fin y al cabo son personas que a la noche se sientan y ven una película, se ríen, comen”.
En ese sentido, aseguró, “cuando mucha gente viene y me pregunta, ¿Cuál es la solución? ¿Un estado? ¿Dos estados? Yo digo que realmente eso no es lo que importa. Lo que importa es tener como fundamental el respeto y el reconocimiento de los derechos de todos como primer paso para resolver la situación”.
“El Padre de Khaleb conoce a la gente en Israel porque él trabajaba allí y representa una generación de gente que venía a trabajar, hablan Hebreo, conocen la sociedad israelí, conocen que hay gente más de izquierda, gente más de derecha, diferentes tipos de gente en Israel. Pero la generación de los niños no conocen la sociedad israelí, no entienden Hebreo y los únicos israelíes que conocen son soldados, que pueden ser muy violentos. Así que conocer a la gente es un buen primer paso y, por supuesto, el reconocimiento de los derechos”.
Anécdotas y una dedicatoria muy especial

Realizada de manera independiente, la película tiene como “extras”, a la esposa y la hija del director y su propio perro. “No cobraron su participación, teníamos un presupuesto muy bajo”, bromeó.
Sobre el niño actor, contó que “es una historia por sí mismo. No es actor, es palestino pero vive en Israel, hay ciudades palestinas en Israel, pero no habla Hebreo. Estaba buscando un niño y fui a un club de box con la cámara para filmarlos y estaba muy concentrado en el aspecto técnico, y solo después cuando volví a casa y vi lo que grabé, en mi computadora, vi a este niño y me llamó la atención. Todavía hoy cuando veo el filme veo momentos y digo ‘guau, qué talento natural’”.
“La escena en la que Khaleb le rompe los dientes a su hermano, eso tiene que ver con mi vida. La ruta que sigue es muy realista. La primera ciudad que visita, que es una ciudad ultra-ortodoxa, es donde vivían mis abuelos. La zona muy ruidosa, con muchos coches, que tiene que atravesar es la calle en la que estaba el estudio de animación en el que trabajé”, enumeró.
También la estación Central de Tel Aviv está por un motivo muy preciso: “la he frecuentado mucho porque también soy activista por la situación de las personas de África que llegan a Israel. Y muchos de ellos viven alrededor de esta zona. También hice un documental sobre este tema. La mujer que habla árabe y le da instrucciones a Khaleb es africana, es una refugiada, de verdad. Hizo un viaje desde Etiopía a Sudán y llegó a Israel. Desafortunadamente, el gobierno de Israel no quiere aceptar a estas personas que buscan asilo. Ahora ella está en Canadá”.
Pero la referencia más significativa está en la dedicatoria final. “Me llevó muchos años conseguir los fondos para hacer este filme. Hace algunos años, hice una escena como ejemplo para mostrarle a los productores. Filmé a niños de un pueblo que conozco muy bien. Algunos años después, ese niño, fue asesinado por un soldado. Lo conocía desde que era un bebé. Su abuelo, es un buen amigo, es quién interpreta a uno de los trabajadores. Sentí la necesidad de dedicarle a este niño la película”.
















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