¿Por qué el cáncer es tan frecuente en algunas especies de mamíferos y casi inexistente en otras? Un reciente estudio publicado en Science Advances sugiere que la explicación podría encontrarse en la evolución misma. El trabajo, titulado “Coevolution of cooperative lifestyles and reduced cancer prevalence in mammals”, analiza bases de datos públicas sobre incidencia de
¿Por qué el cáncer es tan frecuente en algunas especies de mamíferos y casi inexistente en otras? Un reciente estudio publicado en Science Advances sugiere que la explicación podría encontrarse en la evolución misma.
El trabajo, titulado “Coevolution of cooperative lifestyles and reduced cancer prevalence in mammals”, analiza bases de datos públicas sobre incidencia de cáncer en distintas especies de mamíferos. Los resultados muestran que aquellas con comportamientos sociales cooperativos presentan una menor prevalencia y mortalidad por cáncer en comparación con especies de hábitos más solitarios o competitivos.
“En la mayoría de las especies de mamíferos, el fenómeno del cáncer es más la regla que la excepción –explica Matías Blaustein, uno de los autores del estudio–. Sin embargo, algunas especies parecen haber desarrollado respuestas adaptativas para evitarlos: la pregunta es por qué”. A partir de ese interrogante surgió la investigación.
⚫Morir de cáncer por no recibir medicación: el mundo habla de la crueldad argentina.
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— Tiempo Argentino (@tiempoarg) July 15, 2025
Blaustein es doctor en Ciencias Biológicas, investigador independiente del Conicet, profesor de la Universidad de Buenos Aires e integrante del Instituto de Biociencias, Biotecnología y Biología Traslacional (iB3) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Él y su equipo interdisciplinario desarrollaron un modelo matemático que relaciona el grado de cooperación social con el riesgo de la enfermedad.
El estudio, basado en la oncología comparada y aportes de la biología molecular, la biología evolutiva, la física, la ciencia de datos, el modelado matemático y la estadística, analizó y comparó variables morfológicas, fisiológicas, de historia de vida y de estilo de vida en distintas especies de mamíferos.
Los resultados mostraron que las especies con comportamientos cooperativos presentan una menor prevalencia de cáncer. En cambio, en contextos de alta competencia intraespecífica, ciertas variantes genéticas oncogénicas, que pueden provocar la formación de tumores cuando se activan de forma anómala, llegan a mantenerse por selección natural. Esto indicaría que la propensión a desarrollar cáncer se encuentra modulada por el contexto ecológico y social de cada especie.
Efecto hidra
Al vincular la dinámica poblacional con la aparición de variantes oncogénicas, los investigadores observaron que, en especies más competitivas, los modelos predicen un aumento de la mortalidad en individuos post-reproductivos o menos reproductivos. En las sociedades cooperativas, en cambio, esos individuos más susceptibles al cáncer siguen cumpliendo funciones relevantes para la supervivencia del grupo, por lo que las variantes genéticas que incrementan la mortalidad serían desventajosas y tenderían a eliminarse por selección natural.
En especies altamente competitivas, donde el éxito reproductivo depende de la fuerza o la dominancia, esas mismas mutaciones podrían mantenerse o incluso favorecer el crecimiento poblacional por un fenómeno llamado efecto hidra, una paradoja evolutiva en la que la muerte de algunos individuos incrementa la supervivencia global del grupo.

Los sistemas ecológicos pueden exhibir este efecto cuando una mayor tasa de mortalidad en una especie termina aumentando el tamaño total de su población. Según el estudio, el cáncer podría interpretarse como un mecanismo de “obsolescencia biológica” seleccionado en contextos competitivos. En cambio, en especies con comportamientos cooperativos, donde los individuos mayores o no reproductivos siguen siendo valiosos para la supervivencia del grupo, la evolución habría favorecido mecanismos biológicos que limitaron la aparición y propagación del cáncer.
Este hallazgo se relaciona con la pleiotropía antagónica, un fenómeno en el que un mismo gen puede tener efectos opuestos: resultar beneficioso en etapas tempranas de la vida, como la juventud o la reproducción, pero perjudicial en la vejez. De este modo, la selección natural puede favorecer genes que aumentan la aptitud reproductiva temprana aunque reduzcan la longevidad o eleven el riesgo de enfermedades, como el cáncer, en etapas posteriores.
Cáncer: biomedicina, condiciones de vida y política
El estudio invita a reconsiderar los enfoques tradicionales en la investigación oncológica y propone mirar hacia la naturaleza como fuente de conocimiento. Hasta ahora, se ha prestado poca atención a las claves evolutivas que explican por qué algunas especies como las ballenas o los elefantes muestran una notable resistencia al cáncer.
“La oncología comparada permite identificar genes y procesos biológicos que podrían inspirar nuevos tratamientos al estudiar los mecanismos moleculares que impiden la inmortalización de células cancerígenas en estas especies”, explica Blaustein.
Desde una perspectiva social y cooperativa, comprender cómo la colaboración y la preservación del grupo influyen en la resistencia al cáncer abre nuevas vías para una medicina traslacional que conecte la investigación básica con la práctica clínica. Esto supone un cambio de paradigma: pasar de un enfoque centrado exclusivamente en el tratamiento oncológico convencional a uno que integre factores ecológicos, sociales y culturales.
Las implicancias éticas, sociales y políticas son profundas. En un contexto mundial en el que la incidencia del cáncer aumentó un 22 % en los últimos 30 años, y en el que las muertes se concentran cada vez más en países pobres, es indispensable considerar las condiciones estructurales que incrementan la vulnerabilidad.
“La exposición a asbesto, agrotóxicos, estrés crónico, y las formas de producción y trabajo que imponen jornadas laborales prolongadas y sin descanso, son caldo de cultivo para que el cáncer se desarrolle y progrese”, explica Blaustein. En este sentido, avanzar en los descubrimientos de nuevos mecanismos moleculares es tan necesario como revisar las formas de establecer vínculos y relaciones dentro de la especie.
















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