Por Federico J. Cermelo*

“El Eternauta” es una obra que siempre va a estar actualizada a los tiempos que corran y que se ha convertido en un ícono cultural. Con su mezcla de ciencia ficción, aventura y crítica social, la historia de Juan Salvo y su lucha por sobrevivir en un mundo postapocalíptico es un símbolo de la resistencia y la solidaridad en tiempos de adversidad.

La modernidad trae consigo cambios y estos muchas veces, crisis. He aquí, donde en su momento la historieta y hoy la serie, nos invita a reflexionar sobre el papel del individuo en la sociedad y la importancia de la acción colectiva para enfrentar los desafíos que nos plantea el mundo.

Es ello, en mi opinión, lo que hace especial a esta historia. La invasión extraterrestre y la catástrofe que azota a Buenos Aires no son solo un telón de fondo para una historia de acción y aventuras, sino que también sirven como metáfora para explorar temas como la opresión, la resistencia y la lucha por la supervivencia.

En este sentido, las pandemias y adversidades le pueden tocar a cualquiera y sobre todo cambiarnos la vida por completo, como sucedió con el Covid, con distintas catástrofes climáticas, de salubridad, siniestralidad vial o de inseguridad. Fijémonos sino los recientes casos de mega inundaciones en Bahía Blanca, Zarate y Campana.

Ante este panorama, no hay bolsillo o individualismo que desarrolle inmunidad y absoluta protección a las problemáticas y tragedias que pasan a nivel mundial y que pueden golpear a cualquiera. ¿Quién es inmune o puede impedir que ocurra un incendio, una inundación, una pandemia o un accidente de tránsito? En uno y otro caso, habrá factores de riesgo o circunstancias objetivas y subjetivas que predisponen a un sector o grupo, pero nadie está exento que le toque.

Por ende, en circunstancias así, inexorablemente se requiere la asistencia del Estado, desplegando sus recursos técnicos, asistenciales, logísticos o comunicacionales, independientemente del poder adquisitivo o la obra social que se tenga, no hay auxilio individual que supere al del Estado. ¿Acaso hay alguna empresa que se preocupe por nuestra integridad o la de nuestras familias en situaciones así? ¿Cuál sería el valor de mercado para rescatar a alguien de un incendio, de un accidente o para trasladarlo en avión sanitario?

Indudablemente, la solidaridad debe ser la principal guía, por un lado, de toda política pública para que nunca falte la consulta, la asistencia y el auxilio a la ciudadanía, y por otro, de los hábitos y prácticas ciudadanas para una armoniosa convivencia colectiva, amable y amigable.

Por lo tanto, si algo hemos aprendido a lo largo de este tiempo, como sobrevivientes de la pandemia, como lectores y espectadores de El Eternauta, es a resignificar, por un lado, la importancia del Estado y, por otro, la articulación entre los distintos sectores de la sociedad civil, atendiendo el bien común. Nadie nunca más, debería poner en duda la imperiosa necesidad de contar con un Estado presente, pero ojo, de exigirle como sociedad que esté a la altura de las circunstancias: no basta con estar, sino con hacerlo bien, también.

En definitiva, ese compromiso dual entre un Estado presente y eficiente con una ciudadanía comprometida, nos debe invitar más que nunca a involucrarnos activamente y aportar nuestro granito de arena en el interés colectivo, porque nunca debemos olvidar que nadie se salva solo.

* El autor es abogado y miembro del Consejo Técnico-Consultivo en Ciberseguridad de la Fundación Metropolitana y fue Director del Observatorio de Familias y Juventudes de la HCDN.