“Siempre miro para adelante, soy un hombre de acción, que también saca bastante experiencia de los recorridos políticos del país”, se definió el actor Fabián Vena, que este sábado llegará a Mar del Plata para proponer “Quién soy yo, filosofía clandestina”. Será a las 21 en el escenario La Guarida (Entre Ríos 1964). Además, ese
“Siempre miro para adelante, soy un hombre de acción, que también saca bastante experiencia de los recorridos políticos del país”, se definió el actor Fabián Vena, que este sábado llegará a Mar del Plata para proponer “Quién soy yo, filosofía clandestina”. Será a las 21 en el escenario La Guarida (Entre Ríos 1964). Además, ese día ofrecerá una masterclass desde las 14 en el mismo espacio.
“Considero que las sociedades son cíclicas y que hemos pasado cosas muy difíciles y las hemos superado. Yo creo que esto va a ser una más de lo que superemos”, dijo el actor en relación al enfrentamiento que el mundo de la cultura atraviesa con la actual administración del gobierno de Javier Milei.
En esta propuesta teatral que desarrolla desde hace varios años, Vena interpreta a un profesor de filosofía que fue dejado de lado por la facultad y que se dedica a dar clases de esa materia en espacios que gestionan sus mismos ex alumnos y alumnas. Se transforma así en un docente clandestino, en tanto enseña a pensar contra el poder.
“Uno siempre tiene asociado que lo clandestino es una idea de lo oculto más que del fuera del sistema. En realidad es un hecho clandestino el ponerse a pensar. No quieren que pensemos. Generar un pensamiento propio, crítico, autoreflexivo está muy lejos de los parámetros y las consignas que tiene cualquier sistema”, dijo el destacado intérprete en una entrevista con LA CAPITAL.
El actor compartió líneas para entender esta obra, que adaptó del texto original y en la que actúa y también dirige, con asistencia de dirección de Fernando Pereyra: “El profesor dice que lo echan de la facultad porque no ha enseñado a pensar. Y el personaje dice: ‘Sí es así me declaro culpable, porque en realidad no pensamos. No generamos un pensamiento. En realidad somos un delivery de conceptos ajenos’. Repetimos lo que escuchamos en la radio, en el político de turno, en los padres. Para generar un pensamiento propio hay que ir claramente contra la corriente”.
-Siempre se te escucha hablar con mucha pasión de este proyecto. ¿Es por éste en particular o todos te generan entusiasmo?
-En realidad este es un oficio en el que si no está la pasión adelante, es raro poder hacerlo. Hay algo ahí que te arrastra claramente la sensibilidad que uno tiene por lo que hace. Y de vez en cuando uno tiene la suerte de estar muy orgulloso por lo que hace. En este caso se me combinan las dos cosas. Un espectáculo que quiero muchísimo, porque es una creación fabulosa, hecha en equipo, como me gusta trabajar. Le he metido mano al texto gracias a la generosidad de los autores. He hecho una apuesta acorde a mi gusto como espectador. He trabajado con un equipo formidable, que es muy necesario en el teatro reconocer cada uno de los rubros del arte teatral y exprimirlo al máximo desde la música, la puesta de luces, la escenografía, que en este caso es una escenografía que está viva, que se mueve cada cinco minutos en el escenario. O sea que hay muchas cosas puestas ahí también desde el que soy yo en este momento, ya con diez años de docencia, con un compromiso con el oficio, ya no solamente del actor, sino del director, del adaptador. Así que son muchos rubros que estoy abarcando en un proyecto.
-Desde hace años la filosofía está más cerca. Una figura como Darío Sztajnszrajber ayudó a que entendiéramos que todo se puede pensar a través de la filosofía…
-Darío es un referente para el personaje. Yo he tenido un profesor de filosofía en mi secundario bastante parecido. Darío, para mí, siempre ha sido un referente muy grande. He tenido la suerte de conocerlo, de acercarme al espectáculo. Yo necesito tu bendición, le dije, porque te voy a robar algunas cosas. Tiene una manera de poder acceder a la comunicación de los conceptos filosóficos. Desarrolla módulos de unidades, como si fueran módulos de estudios universitarios. Son ocho módulos en donde él va contando por qué da clases clandestinas y después da la clase. Son cinco virtudes humanas a desarrollar y a pensar. En cada uno de esos bloques hay una música distinta, hay una geografía distinta, hay un vestuario distinto, hay unas luces distintas, hay una cadencia del cuento de manera distinta. Todos los espectadores se sienten estudiantes. También lo que permite es sacarle jugo a cada unidad y que toda esa clase, en realidad, se transforme por el prisma del lenguaje teatral.
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