“Me gusta la promiscuidad sonora y la voy a fomentar y a disfrutar lo máximo que pueda” defiende Agnes Simón, FEMI. Tras haber lanzado su primer disco “Cultura Famélica”, en el que fusiona elementos de rock, pop, jazz, hip hop y trap para dar vida a un sonido y una estética propias, la artista llegará
“Me gusta la promiscuidad sonora y la voy a fomentar y a disfrutar lo máximo que pueda” defiende Agnes Simón, FEMI. Tras haber lanzado su primer disco “Cultura Famélica”, en el que fusiona elementos de rock, pop, jazz, hip hop y trap para dar vida a un sonido y una estética propias, la artista llegará por primera vez a Mar del Plata con su “power trío”.
Oriunda de Zapala, en plena Patagonia, la música asegura que está tratando de conectar más con la emoción a la hora de crear.
Es que sus producciones han apelado más al humor, la ironía y a la crítica, pero desde un lugar natural, espontáneo.
“Estoy ejercitando el escribir desde la emoción porque creo que si bien me encanta la ironía y me encanta el sentido del humor, que es un poco mi columna vertebral, siento que muchas veces esconde cosas que también vale la pena que salgan a la luz” reflexionó en una charla con LA CAPITAL, antes de viajar a la ciudad, para presentarse, esta noche en Club Tri.
“Estoy muy contenta, es la primera vez que vamos a tocar en Mar del Plata y es el show de cierre de la gira y del año, así que es muy especial. Y tengo que decir la verdad: estoy contenta de que voy a comer cosas ricas también” valoró la artista que presentó un especial con significativo tema “No es personal” con una importante performance en la Usina de Arte.
– ¿Cómo describirías la experiencia escénica del show?
– Autenticidad. Es un show muy enérgico, muy roquero. Hay algo muy noventoso, hay algo muy despojado también. No es un show de la apariencia, ni de ir a verse fachero, ni de estar contenido, ni de posar para la foto. Es un show crudo y muy roquero. Para nosotros es un momento de descarga. Si bien es un proyecto solista, nos manejamos como una banda, un power trío. Tengo a mi violero Ezequiel Arias que es una locura. Tengo la mejor baterista del país, que es Martina Julia Fontana, y para nosotros es un momento muy espectacular el del vivo, mucho mayor incluso que las grabaciones en estudio. Estamos, de hecho, en este momento, en el ejercicio de querer llevar todo esto que sentimos en el vivo a las grabaciones. Así de importante es el vivo para nosotros.
– En tu música y en tus puestas hay una fuerte impronta estética. ¿Cómo trabajás la relación entre el sonido, la imagen y el mensaje?
– Trato de que exista una coherencia narrativa entre lo que pienso, mi forma de escribir y lo que muestro. Que no siempre fue tan fácil. Realmente yo creo que hubo un antes y un después del primer disco, Cultura Famélica, donde entendí cómo mostrar y cómo enorgullecerme, incluso hasta de las carencias que mi proyecto quizás tenía, a cierto nivel de exposición.
Yo dije, “tengo que empezar a mostrar las cosas como son y no sentirme mal por lo que no tengo”. Y ahí algo se acomodó y empecé a trabajar desde las prendas recicladas, desde los materiales industriales, desde no avergonzarme de cómo soy o cómo me muestro, empezar a disfrutar lo que se me ocurre sin sentirme juzgada, ni sentir que no soy parte de algo. Me dejó importar. Y a partir de ahí pudo aflorar mucho más la identidad y la impronta y empezó a ser todo más coherente.
Hay mucha inspiración de Tanker, que es una historieta de un ilustrador que se llama Jamie Hewlett, hay mucha inspiración de Anthony Kiddys, hay mucha inspiración de Gwen Stefani.
– Esa identidad artística que llevás al escenario, es una continuidad de la forma en la que construís las canciones…
– Es todo una extensión de mi persona, pero a mí me gusta también que esté imbuido de los chicos, del equipo.
Hay mucho del equipo presente en la imagen, en lo que se ve y ahora estamos gestando un segundo disco donde también hay una mayor horizontalidad y una mayor injerencia de las personalidades de todos, porque siento que hay algo que es mayor que la suma de las partes y quiero que eso también se vea derramado en la estética sonora y visual.
– Te movés por muchos géneros ¿Sentís que los límites entre géneros musicales se desdibujaron definitivamente? ¿Que tanto el público, como la “industria” ya se liberaron de las etiquetas o falta?
-Como persona amante de la música, siempre me va a gustar mezclar y siempre voy a tener ideas antagónicas, después de hacer una cosa siempre voy a querer hacer otra, siempre voy a querer fusionar.
Para mí cada uno está hecho de los sonidos de la música que ama y yo amo muchos tipos de música. Algunas personas creo yo que se confunden y te dicen que no tenés identidad y justamente la identidad es esa, es ser ecléctico. A mí me gusta la promiscuidad sonora y la voy a fomentar y a disfrutar lo máximo que pueda.
-Trabajás mucho con la ironía, la crítica, el humor. ‘Hay lugar para la emoción ¿Qué te moviliza a la hora de componer?
– A mí me cuesta mucho la emoción. Estoy ejercitando el escribir desde la emoción porque creo que si bien a mí me encanta la ironía y me encanta el sentido del humor que es un poco mi columna vertebral, siento que muchas veces esconde cosas que también vale la pena que salgan a la luz.
Así que estamos en el ejercicio, en realidad, de intentar que toda esa sensibilidad y emoción aflore y no taparla con cosas.
– ¿Cuánto de lo político y lo social entra de manera consciente en tu obra y cuánto aparece de forma natural en tu expresión artística?
– Nunca me propongo hacer una canción política a propósito. Si bien tengo canciones como Hotel Florida, Como de civil, no lo hago a propósito, pero porque no sabría cómo intencionar y direccionar una canción para exigirle que sea algo que no nace a mí.
Realmente yo hago y escribo y canto, como dictan el bajo y la batería que estoy escuchando y a veces aparecen cosas de la mente en blanco, que no me propuse, por lo que la música intuitivamente sugiere y muchas veces me sorprendo de lo que aparece. No tengo otra forma, es muy difícil manipular la emoción.
-Tus canciones hablan de libertad y de pensar el arte como herramienta de expresión. ¿Sentís que lo estás logrando? ¿Que queda mucho por hacer?
– En ese sentido, yo creo que lo he logrado, pero que es siempre un ejercicio. Uno con la edad va cambiando, va mirando el mundo diferente, le van costando distintas cosas, es un entrenamiento como cualquier otra cosa. El estar a tiro con la autoexpresión, con ser genuino, con ser verdadero, con tener una búsqueda sana, con tener una búsqueda real.
Sobre todo también yo estoy pisando casi los 32 -años- y las perspectivas y los deseos y las realidades cambian. Entonces uno tiene que, todo el tiempo, volver a aprender a cómo hacer las cosas. Se aprende y se trabaja toda la vida.
-“No es personal” es muy especial para vos. ¿Por qué la elegiste para el live session en La Usina del Arte?
– No es personal, tiene que ver con situaciones laborales donde gente interviene en algo tan personal como es tu trabajo, y tira la piedra y esconde y la mano. Cuando la gente quiere que no te tomes personal algo que es profundamente personal, cuando manosean lo que a uno le importa. De eso trata. Así que sí, es una canción muy importante para mí.
Y es una canción que ha tenido muy lindo recibimiento en el show en vivo. Creo que la gente la ha sabido entender muy bien, así que la amo, amo tocar esa canción en vivo y es un momento muy terapéutico de mucha descarga.
– Venís de la patagonia. ¿Sentís que el clima, el paisaje, las vivencias, la niñez en Zapala moldean tu creatividad, tu música?
– Creo que moldea todo, moldea la personalidad. Creo que soy ese viento arrollador de Zapala, soy esa nieve, soy los cielos rojos que aparecen allá, soy las montañas. Todo eso es parte de de mi ADN. Es desde dónde estoy parada yo. Por más que viva hace años en Buenos Aires, es la historia de mi vida. Entonces, eso siempre va a ser parte de mi arte.
Creo que que es muy difícil deshacerse del origen. A mí me enorgullece mucho mi origen patagónico, mi origen zapalino y me encanta que sea parte de lo que hago.
















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