Un sueño, una crianza en la fe católica, su deseo frustrado de ser, primero monja y luego cura o arzobispo y la simbología del juego de la Oca, son los elementos que se combinaron para conformar la idea de “Oca”, la ópera prima de la productora y directora mexicana Karla Badillo. A partir de una
Un sueño, una crianza en la fe católica, su deseo frustrado de ser, primero monja y luego cura o arzobispo y la simbología del juego de la Oca, son los elementos que se combinaron para conformar la idea de “Oca”, la ópera prima de la productora y directora mexicana Karla Badillo.
A partir de una asociación entre las productoras mexicanas y argentinas Woo Films, Pina Films, Las Jaras, Pucara Cine, Año Cero, EFICINE 189, IMCINE, se concretó este proyecto que tuvo su estreno mundial en el festival de Cine de Toronto y su estreno latinoamericano, este lunes en Mar del Plata.
El filme, que se presentó en la Competencia Internacional de Largometrajes, cuenta la historia de Rafaela, una joven monja que pertenece a una congregación precaria, casi extinta que tiene ensoñaciones que, eventualmente, se hacen realidad. Cuando es enviada a un pueblo cercano en busca del nuevo arzobispo, con la encomienda de exponer la situación del convento y orientarse respecto a sus sueños, emprenderá un camino con encuentros extraordinarios que la harán avanzar o retroceder.
La directora del filme, junto a los productores María José Córdoba (La casa de las Flores), Federico Sande Novo (Año Cero) y Federico Eibuszyc (Pucará Cine), acompañaron la presentación y dialogaron con el público sobre esta historia en la que las imágenes y los silencios hablan más que las palabras y no todo es lo que parece.
“Siempre me ha intrigado que en todas las religiones los líderes no son mujeres” señaló Badillo, sobre la temática que la llevó a delinear la historia de Rafaela y, también de la niña Rogelia y otras mujeres con las que la monja se encuentra en el camino.
“La idea principal realmente me vino de un sueño y tengo una profunda formación católica y había conectado el sueño con mi formación católica. En algún momento me encontré con un tablero del juego de la oca y lo usé de espejo para representar la película porque yo había leído que el juego de la oca significa una guía cifrada del camino de Santiago de Compostela, que es un camino de peregrinaje y lo asocié directamente con las peregrinaciones que suceden en México todo esto detonado por el sueño que yo había tenido, un sueño de escape con cierto simbolismo católico” compartió.
Si bien negó que haya pensado la película como una historia feminista, -“creo que sería tramposo de mi parte decir que lo pensé así”- aclaró, si explicó que “cada historia está salpicada de cierta mirada que tengo respecto de la religión por haber crecido en ese contexto, y es verdad que me llamaba mucho la atención pertenecer a la vida religiosa, y en un inicio como monja, porque era lo que le tocaba a mi género, y conforme fui creciendo me fui encontrando con ciertas limitaciones respecto a eso, en las que llegó un punto que me parecía más interesante, entonces, más bien formar parte, pero como cura, como arzobispo, desgraciadamente ahora mismo no lo puedo hacer, porque no puedo cambiar mi condición de género. Pero siempre me ha intrigado, no solo en esta, sino en todas las religiones, por qué los líderes no son mujeres, y solo son hombres. Eso no ha cambiado, y me parecía que los personajes, las monjas, están un poco marginadas ahora mismo del discurso feminista actual”.
También destacó que en la película se ve “la infancia muy dura que se vive en los pueblos y en los campos, en México, en Latinoamérica”.
Con una fotografía y un vestuario destacables, la película fue muy compleja de rodar, en escenarios naturales de las sierras de San Luis de Potosí.
“Tuvimos nuestro propio peregrinaje, porque vivimos las mismas dificultades, no solamente geográficas, sino emocionales, porque cuando la dificultad es material, obviamente trasciende al espíritu y a los retos mentales y emocionales. Pero me parece que uno de los momentos más complejos, sin duda, era el clima, y el clima no necesariamente por la resistencia física, sino emocional, que implica preocuparte por otra cosa, que implica la supervivencia y no la película. A veces los cineastas somos egoístas en ese sentido y nos preocupamos demasiado por lo que estamos viendo y no por lo que estamos sintiendo” compartió.
Sobre el vestuario, Badillo destacó que “hubo un trabajo exhaustivo ahí al escoger los colores, porque ustedes saben, los que son católicos o son católicos renegados como yo, o herejes, que todo tiene una significación y una iconografía y una simbología en la religión, entonces fue muy disfrutable, es uno de los procesos que más disfruto en lo personal, trabajar con el vestuario porque un personaje no termina de ser hasta que está vestido”.
El reparto de actores y actrices profesionales, como la protagonista Natalia Solián y Cecilia Suárez (La casa de las Flores), se completó con habitantes del pueblo a quienes invitaron a formar parte. “Descubrimos talentos increíbles” reflexionó.
















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