Por Paola GalanoNunca tuvo pelos en la lengua. A sus 75, Miguel Angel Solá mantiene el tono para decir aquello que observa de un país como Argentina que, en los ’90, lo empujó a vivir en España. “Están haciendo lo imposible para que el odio sea tan grande que no tengamos retorno”, dijo sobre
Por Paola Galano
Nunca tuvo pelos en la lengua. A sus 75, Miguel Angel Solá mantiene el tono para decir aquello que observa de un país como Argentina que, en los ’90, lo empujó a vivir en España. “Están haciendo lo imposible para que el odio sea tan grande que no tengamos retorno”, dijo sobre el panorama nacional en una entrevista con LA CAPITAL.
Agudo, Solá también se muestra agradecido. “Me tocó la suerte en este momento de mi vida en que parecía que la suerte no aparecía y, sin embargo, apareció en todas las formas”, agregó sobre la obra que este viernes y sábado lo traerá a Mar del Plata, con producción de Gustavo Yankelevich.
En el escenario del Teatro Roxy (San Luis 1750), el intérprete presentará “Mi querido presidente”, una comedia en la que se mete en el rol de un psiquiatra que intenta curar al presidente recientemente elegido, rol que lleva adelante el actor Maxi de la Cruz.
“Es el tipo de comedia que a mí me gusta, te brinda la oportunidad de cuestionarte, te brinda la oportunidad de seguir conversando sobre lo que viste, te brinda la oportunidad de poder decir ‘hasta aquí llegué yo’ como parte de la sociedad, hasta aquí llegué yo”, indicó.
“Están haciendo lo imposible para que el odio sea tan grande que no tengamos retorno”
Solá contó que su personaje busca que el nuevo mandatario entienda que, más allá del mal que padece, tiene que tomar conciencia “de que los sueños tienen que cumplirse, si no, estallan adentro, se pudren adentro“, porque “la conciencia nunca deja de golpear la puerta”, aseguró.
Con mucho humor y acompañados siempre por la energía de los espectadores que marcan el ritmo de la obra, tal como dijo, la comedia es a la vez “una declaración de principios de cómo debería actuar un gobernante”, apuntó el consagrado artista.
-¿Aparece alguna alusión al momento actual de la Argentina?
-No, que se rasque al que le pique, pero no tiene ninguna cosa directa. Esto ocurre en cualquier país del mundo, preferentemente en cualquier país sudamericano del mundo. Pero puede ocurrir en cualquier lado. Lo bonito es que cada uno se identifica con lo que quiere identificarse y, en general, la masa de energía que provoca esta obra es una sonrisa constante, una carcajada a punto de estallar siempre. No tiene descanso el espectador y se transforma en el tercer personaje de la obra, es el que marca el ritmo de la obra. No se la pierdan porque cuento una verdad y me caracterizo por eso.
Junto a Maxi de la Cruz, en un momento de “Mi querido presidente”.
-¿Notás que hay ganas de reírse?
-Por supuesto que sí, existe esa necesidad, pero sería vacua si fuera una comedia jajá, jijí, jujú y nada más. Sería absolutamente vacua. Es el tipo de comedia que a mí me gusta, te brinda la oportunidad de cuestionarte, te brinda la oportunidad de seguir conversando sobre lo que viste, te brinda la oportunidad de poder decir, hasta aquí llegué yo. Como parte de la sociedad, hasta aquí llegué yo. Hasta aquí los seguí, nos destruyeron todos los sueños, bueno, ahora me planto. Esa es la idea central de la comedia más allá de toda la risa que provoca, porque provoca mucha risa y por momentos provoca una risa nerviosa también, culposa, digamos. Porque nadie en esta sociedad puede decir que no está siendo cómplice de lo que está ocurriendo. O sea, uno puede ser cómplice pasivo, cómplice indiferente o cómplice interesado, pero nadie puede decir que no se está siendo cómplice de todo el desastre que se está provocando en el mundo. Es verdad que hay tres o cuatro que son los que digitan todo. Es verdad que hay unos cuantos payasos alrededor coreándolos para que eso ocurra. Es verdad que se ha encontrado un camino en la destrucción del otro. Todo eso es verdad. Pero también es verdad que es la sociedad la que puede ponerle el punto final a esto.
-¿Te parece que el límite también tiene que ser individual?
-Claro, uno toma las decisiones por uno, no las toma por todos. Y no debe pretender que los demás tomen ese mismo camino. Yo no quiero ser cómplice de la destrucción de mi casa. Yo no soy cómplice de la destrucción de mi casa. Yo me pongo frente a los que quieren y creen poder destruir mi casa. Un país es la casa de los que habitan en ese país. Un país es lo que hacen y deshacen de ese país. Porque todo lo demás está brindado. El ciclo natural lo tenemos. Tenemos tres millones de kilómetros cuadrados. Tenemos todo lo que pueda pretenderse de lo mejor de la vida que le pueda ofrecer al ser humano. ¿Qué hemos hecho con eso? ¿Qué estamos haciendo con eso? ¿Qué hemos hecho con la cantidad de logros que tuvimos? ¿Qué hemos hecho con ese 60% de clase media que seguía creciendo? ¿Por qué lo hemos transformado en este nuevo riquismo espantoso? Y lo hemos aceptado. ¿Por qué hemos aceptado que la miseria sea un hecho normal? ¿Por qué hemos seguido atrayendo miseria de otros países para que vengan a calmar su miseria en este país que había decidido ser miserable? ¿Por qué? ¿Por qué si éramos otra cosa? ¿Por qué decidimos eso? ¿Por qué decidimos hacer tabla rasa con los conocimientos? ¿Por qué decidimos hacer basura con la cultura del trabajo y del estudio? Yo soy un señor mayor, tengo 75 años, yo sé lo que he vivido, yo sé lo que me han inculcado. Y lo que me han inculcado no es nada de esto que se inculca hoy en día la gente.
“Sin embargo, ahí estamos otra vez insistiendo con lo mismo. No tenemos memoria, no hacemos memoria, no guardamos el decoro de decir punto”
-¿Cómo ponés vos un límite?
-Yo pongo límites mañana, tarde y noche. Diciéndolo y haciéndolo. Lo hago con mi conducta. Yo no me he dedicado a hacer mierda para la gente. No he primero transitado los lugares más bajos de la actuación para después querer convertirme en un gran actor más adelante. Yo no he hecho eso. Yo he brindado a la gente lo que creía que debía brindarle a la gente para que la gente creciera. Ahí están mis recuerdos: ahí está Compromiso, ahí está Nosotros y los Miedos, ahí está Cartas de Amor en Cassettes, ahí está Atreverse, ahí está Honrar la Vida, ahí está Luces y Sombras, ahí están mis trabajos en televisión, mis trabajos en cine, ahí está Casas de Fuego, Asesinato en el Senado de la Nación, Bajo Bandera. En todos esos personajes yo he puesto mi opinión sobre la vida. Para ser un miserable, un hijo de puta o una buena persona. Para hacer o deshacer partes de esta sociedad. Me ha costado amenazas de muerte a mi hija que ahora tiene 29 años y que cuando tenía dos tenía ya tres amenazas de muerte. Me costó irme del país.
-¿Cómo imaginás que aparecerán esos frenos?
-No se paren en ninguna vereda. Caminen. No dejen de moverse. No dejen de moverse porque con ese movimiento van a plantarle cara a todo. Con ese movimiento van a estar diciendo su opinión ante la vida. Con ese movimiento van a poder frenar a esto, a toda esta manga de delincuentes que nos están robando todo y vendiendo todo y mal vendiendo todo. Chorras, chorros de todo tipo, de toda calaña, de toda las banderías, a menos que demuestren lo contrario. Por ahora, para mí, desde el turco ese maldito, malvado, el más asqueroso presidente que tuvo la República Argentina a hoy, con un admirador ferviente de él mismo, hemos hecho un camino democrático funesto. Nos costó mucho sacarnos de encima a la lacra que se asoció con los militares para dejarnos en nada, en el horror nada más. Nos costó muchísimo. Sin embargo, ahí estamos otra vez insistiendo con lo mismo. No tenemos memoria, no hacemos memoria, no guardamos el decoro de decir punto. Entonces la manera es no quedarse parado en ninguna vereda. Caminar, caminar, caminar, caminar, caminar, señalarlo todo el tiempo. Todo el tiempo aparecerá gente buena para enfrentar a esa gente mala. Aparecerá en cantidad. Eso es parte de la sociedad. Eso le corresponde a esta sociedad, a ninguna otra. Ahora si queremos vivir imitando lo que no somos, vamos bien jodidos.
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