“El sonido del mar está presente todo el tiempo, aunque no lo escuchemos, y eso creo que modifica de alguna manera a todos los que vivimos acá”, dijo la artista visual Mariana Pellejero, quien expone en la sala 1 del Museo MAR la obra “Gemelita”.

“El mar moldea, rompe, estalla, da una forma y luego lo quita para volver a darle otro aspecto. Así, sobre las piedras que tienen millones de años y donde baso mi búsqueda”, agregó la creadora, cuya muestra puede visitarse con entrada gratis de martes a domingos.

Pellejero reúne una serie de trabajos inéditos que profundizan su indagación en torno a las posibilidades técnicas y conceptuales de la copia.

La artista montó una especie de laboratorio de registros. Así, experimentó con el repujado, técnica que consiste en frotar y crear un relieve o impresión sobre una superficie, y el frottage, otra técnicoa que requiere de frotar un pigmento sobre una hoja de papel colocada sobre un objeto para reproducir su textura y forma.

“El mar moldea, rompe, estalla, da una forma y luego lo quita para volver a darle otro aspecto. Así, sobre las piedras que tienen millones de años y donde baso mi búsqueda” 

Para esta exposición, Pellejero trabajó sobre algunas piedras del sistema de Tandilia, el ancestral cordón serrano que conecta el centro de la provincia de Buenos Aires con el litoral atlántico. Esta colección de duplicados, estereografías y estelas líticas examina los modos en que la materia se replica y se transforma. Ilustrando las fronteras cada vez más difusas entre lo artificial y lo natural.

“Gemelita” surgió de la idea de copiar una piedra que se llama la “Movediza chica”, que se encuentra en Gardey, un pueblo a 20 kilómetros de Tandil.

“La primera idea es ir a copiar esa piedra que es muy grande pero tampoco gigante. Así surgió la necesidad de copiar otras piedras, pero mediante el frottage, porque esta piedra yo la copié en aluminio y terminó siendo una escultura”, contó.

Sobre la experiencia de exponer en el Museo MAR, señaló que disfruta de las conversaciones con el público que se acerca a ver su obra: “Hay un diálogo muy lindo y que se torna también como una cosa más cercana donde está la obra y está la artista en el museo, que charla con la gente. Es conmovedor eso y aprendo un montón de ese ida y vuelta y me parece muy valioso”.

Pellejero también opinó sobre la libertad artística y su vinculación con la comercialización de obras: “Como no hay un mercado de arte, sucede que los artistas hacen lo que tienen ganas de hacer. Es decir, hay una libertad total, no están atados a esa cosa que es un poco condicionante. Se genera una libertad en el hacer y un descanso también”.

En ese sentido, recordó que al mudarse a Mar del Plata sintió ese aire fresco de libertad. “Trabajaba para no exponer, ni para nada. Producía por el trabajo mismo. Ir a la escollera y hacer frottage fue descubrirlo en el mientras tanto. Aún tengo trabajos guardados que nunca nadie vio”.

Cabe señalar que lo que distingue su obra es la marca en el sentido literal: “Existe en mi trabajo ese tipo de acciones de lo físico, de estar en el territorio, de las texturas y eso viene del grabado. Hay algo que siempre me gustó y que es encontrar la matriz, no generarla yo, buscarla. Entonces ahí empieza un trabajo que si se involucra mucho el cuerpo, porque a veces las matrices son explanadas de piedras enormes, entonces adapto la técnica al espacio”, narró su modo de trabajo.