“Wainrot, tras bambalinas”, el documental, que tuvo su estreno en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata 2024 y continúa su recorrido, rindiendo homenaje a una figura clave de la danza contemporánea argentina. Recientemente se estrenó comercialmente. “En la danza encontré la disciplina que necesitaba”, dijo el importante coreógrafo a LA CAPITAL, en
“Wainrot, tras bambalinas”, el documental, que tuvo su estreno en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata 2024 y continúa su recorrido, rindiendo homenaje a una figura clave de la danza contemporánea argentina. Recientemente se estrenó comercialmente.
“En la danza encontré la disciplina que necesitaba”, dijo el importante coreógrafo a LA CAPITAL, en ocasión de su presentación en Mar del Plata, la primera vez que el trabajo de Teresa Costantini se expuso al ojo del público.
La persona detrás del personaje, su aporte al mundo de la danza, en Argentina y en distintas partes del mundo, su particular mirada sobre el lenguaje del movimiento para transmitir las emociones más profundas, se conjugan en el documental.
Con testimonios de amigos, colegas y del propio Mauricio Wainrot que, asombrado, asiste a cada presentación como si fuera a mostrarse la historia de otra persona, el material no solo aborda al artista y su particular forma de contar y emocionar a través del movimiento, sino la de la persona, la del hijo de una familia sobreviviente del genocidio en Varsovia, inmigrantes que lograron llegar primero a Bolivia y luego a Buenos Aires. Es también la historia de una familia humilde, que siempre valoró el arte y la cultura y es también la historia de sus amores, desamores, sus colores y texturas, luces y sombras, viajes y regresos. Y es, sobre todo, una historia de la energía y la pasión que se perciben en su intensa mirada azul.
“Creo que he vivido muchas vidas”, comparte Wainrot en una tranquila charla con LA CAPITAL tras el estreno de la película en Mar del Plata, de cara a un enorme ventanal en el que se percibe una tarde agradable, cuando ya pasaron las cámaras, los testimonios para redes, los pedidos de fotos, la vorágine.
Wainrot mantiene la emoción. Asegura que no se había percatado de “la droga” que podía significar verse en el cine tras haber rememorado los testimonios de Julio Bocca, Andrea Chinetti, Paloma Herrera, María Noel Ricchetto, José Miguel Onaindia, Igor Yebra y Carlos Gallardo, uno de sus grandes amores.
Para haber descubierto “tarde” la danza, hizo de ella una forma de vida que, sin haberlo planificado, lo llevó a recorrer el mundo. Fue durante 17 años director artístico del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín de Buenos Aires; Coreógrafo Permanente del Royal Ballet de Flandes de Bélgica donde desde 1991 hasta 2004, creó 11 de sus obras más destacadas, fue Director Artístico y Coreógrafo Residente de Les Ballets Jazz de Montreal de Canadá, desde 1982 a 1985 fue Director Artístico del Grupo de Danza Contemporánea del Teatro San Martín de Buenos Aires, entre otros trabajos.
Junto al escenógrafo y artista plástico Carlos Gallardo creó más de 50 obras, que fueron representadas por 60 compañías de danza y ballet en diferentes ciudades del mundo.
Su carrera internacional como coreógrafo comenzó en 1986, invitado por Ulf Gaad, director artístico del Goteborg Opera Ballet de Suecia a poner en escena Anne Frank, Sinfonía de Salmos y Tres Danzas Argentinas, tras lo cual representó sus obras en Europa, América y Asia.
“Yo tengo varios lenguajes, hablo varias lenguas. Pero mi lenguaje mayor es la danza. Me identifico haciendo movimientos, gestos con la música. La danza ha sido todo eso y la encontré tarde, porque la encontré a los 20 años. Fui un alumno bastante mediocre en la escuela secundaria porque no me gustaba estudiar, no me gustaba que me digan, que me manden, pero la primera vez que tomé una clase de danza clásica, encontré la disciplina que necesitaba. A los 20 años, encontré mi camino” cuenta.
En el documental rescata y cuenta parte de la historia de su familia. En medio del proceso de filmación, fue a Varsovia, Polonia y pisó por primera vez las calles que casi un siglo atrás habían pisado sus padres. Los únicos sobrevivientes de una familia judía, los que lograron escapar de Polonia dos meses y medio antes de la invasión nazi.
“En la familia de mi papá, que eran seis varones, mataron a todos. Del lado de mi mamá, eran seis mujeres y tres varones. Se salvaron mi mamá y la hermana mayor que, con cuatro hijos cruzó toda Europa para terminar en Siberia” rememora en la charla, completando lo que muestra el documental.
“Mis viejos eran socialistas. Eran gente que amaba la cultura. Yo iba a ver fútbol, pero mi papá me llevaba a ver conciertos. No había plata, vivíamos en un conventillo con otras tres familias, pero íbamos a la Facultad de Derecho donde había conciertos de la Filarmónica gratuitos o al Ballet del Colón que bailaba en el Parque Centenario, a 8 cuadras de mi casa y mi mamá me llevaba al teatro judío. Y yo de chico veía eso y quería eso, quería ser artista” recuerda.
Sus coreografías son aplaudidas, la impronta, la pasión que les imprime a las historias, reconocidas. El lugar en la historia de la danza argentina, ya incuestionable. En la película, Costantini, además, rescata amorosamente los dolores, los recuerdos. El volver a sus raíces, el accidente que le cambió la vida, pero siempre, la voluntad, la energía, la luz que lo mantienen activo.
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