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La ciencia y su noche más oscura

La ciencia y su noche más oscura

Entre las escenas simbólicas que construyen significación, anoche el acampe en la explanada del Polo Científico adoptó la forma de un prisma. Es que si la luz del día a veces enceguece, tal vez en la penumbra sea donde mejor se distinguen los contrastes, donde lo blanco sobre lo negro revela la nitidez que es


Entre las escenas simbólicas que construyen significación, anoche el acampe en la explanada del Polo Científico adoptó la forma de un prisma. Es que si la luz del día a veces enceguece, tal vez en la penumbra sea donde mejor se distinguen los contrastes, donde lo blanco sobre lo negro revela la nitidez que es necesaria. En el panorama actual, mirar con ojos nocturnos parece un gesto alentador, una suerte de capacidad extraordinaria. El poder de tener visión luminosa y proyectar luz sobre el porvenir de la ciencia argentina

Al mismo tiempo que el acampe se desarrollaba en Palermo, en distintos puntos del país también se suscitaron otras iniciativas: una suerte de constelación federal de acciones colectivas en defensa de un legado de excelencia y compromiso con la investigación y el desarrollo, reconocido en todo el mundo. Porque no cabe ninguna duda de que desde el 10 de diciembre de 2023 en los organismos públicos de ciencia y técnica en Argentina se vive en penumbras. Como si con la política de la motosierra el imaginario vital disparara escenas de Viernes 13.

Parece ficción, pero es cierto. Vinieron a sembrar el miedo. Con sus medidas, establecieron una lógica de lo arbitrario. Montaron la estrategia del terror siniestro. Quisieron instalar el despido injustificado, la detención sumaria, la represión, los gases y los golpes. La humillación pública y las pedradas de odio en las calles. Mientras vociferan (con la complicidad de medios amigos) que las científicas y científicos son «la casta», que gastan «la plata de todos».

La ciencia y su noche más oscura

La ciencia en medio del oscurantismo

Desde el inicio del gobierno implantaron un oscurantismo de micropolíticas. Listas con nombres de compañeros y compañeras que quedarían sin contratos o sin becas se filtraban y circulaban por grupos de whatsapp antes que en una comunicación institucional. Rumores de anuncios de cierre de instituciones y programas aparecían a medias voces distorsionadas en boca de funcionarios. Decretos sin texto oficial ya producían efectos -desplazamientos, recortes- en la organización de los lugares de trabajo. Líneas de investigación truncadas por falta de becarios y becarias. Ahorcamiento de la capacidad de compra de los salarios. Incapacidad de dar respuestas a demandas específicas de las comunidades por falta de personal.

El 10 de diciembre de 2023 también marcó el inicio de la organización colectiva para dar respuesta y enfrentar el ataque. En tiempo récord, se logró salir del aislamiento y la inacción. Se activaron las redes académicas, y la organización de trabajadoras y trabajadores.

El grado de hostilidad hizo tambalear el modelo de producción científica basado en índices de productividad, medido en términos de cantidad de papers científicos y ránkings. La capacidad de acción se impuso aún sin dejar de escribir y publicar en revistas de alto impacto internacional, sin dejar de hacer vinculación y divulgación, y de extender los conocimientos a los territorios para reciprocidad mutua, para validarlos allí donde respiran, observarlos en la búsqueda de un saber autóctono, soberano. 

La ciencia y su noche más oscura

La noche más oscura

El sistema de ciencia y técnica se encuentra hoy sumido en su noche más oscura. El compromiso con el trabajo cotidiano y la convicción de que ese trabajo es parte de una trama invisible, necesaria para la vida cotidiana de todos, obliga a adaptar la visión para hacer movimientos en la oscuridad. 

En estos días en que el streaming de un grupo de investigadores del CONICET puso una vez más en la tapa de los diarios el orgullo por lo que la ciencia argentina puede dar a la sociedad, se pone de relieve que la excelencia se construye por vocación y con pasión. Y los resultados no serían posibles sin el trabajo cotidiano de todos y cada uno. A casi dos años de salir a las calles tomando medidas de cuidado frente a la represión, de hablar en espacios públicos a pesar del temor a ser marcados y desplazados, el aprendizaje sobre el valor colectivo de defender las convicciones, aún en contextos adversos, es incalculable.

Esta convicción es un faro de luz en la oscuridad. Y es necesario mirarla entre todos para orientarnos y proyectar nuestro anhelo de una ciencia arraigada y propia. Eso pedían ayer en el acampe los posters. Esos emblemas del trabajo científico y la comunicación académica colgaban de la explanada del Polo, y habían sido intervenidos con apelaciones a la sociedad. Le pedían, por ejemplo, a los conductores que pasaban por Godoy Cruz que tocaran bocina por la ciencia: hagan ruido para que nos vean en la oscuridad.

En la trama invisible, el pedido busca propagarse solidariamente más allá de la cuadrícula de la pequeña aldea porteña. Leonardo Venerus es Doctor en Biología e investigador independiente del CONICET. Trabaja en el Centro para el Estudio de Sistemas Marinos (CESIMAR – CENPAT), que forma parte del Centro Científico Tecnológico (CCT) de Patagonia (CENPAT), con sede en Puerto Madryn, Chubut.

Leonardo es delegado de ATE y forma parte de la Asamblea que se mantiene activa de manera permanente en su lugar de trabajo. Desde allí, se suman a las acciones coordinadas a nivel nacional y promueven iniciativas conjuntas con otros gremios y sectores: docentes, jubilados, personal científico y colectivos como el del INTI.

Ezequiel Alejandro Flores Pérez es becario doctoral de CONICET en el Instituto de Estudios Sociales y Humanos (IESYH) del CCT Nordeste. En su ciudad, Misiones, ayer también acompañaron la marcha de los jubilados, organizaron una radio abierta y un semaforazo con trabajadores del organismo, docentes y estudiantes. 

En Misiones hubo una reacción muy fuerte cuando Milei dijo que iba a cerrar el CONICET. Se organizó una movilización masiva, en articulación con la lucha universitaria. Y cuando Salamone visitó el centro científico, lo esperaron en la puerta de uno de los institutos que iba a visitar. En la delegación había dos ingresantes a carrera de investigador científico (CIC). En ese cruce planificado pero fortuito, pudieron llevarle el reclamo. Salamone prometió entonces el alta de 400 concursos. Promesa que no cumplió: las carreras siguen paralizadas. En el contexto de una gestión de funcionarios que salen por la puerta de atrás, este acto de permanencia es un gesto no menor frente al ninguneo oficial

La acción colectiva

Analía Boggia vive en Francia desde el 2020. Le dicen Lana. Ganó un concurso para la carrera de personal de apoyo (CPA) en Mendoza en 2023. Esperó esta oportunidad de hacer divulgación científica durante toda su carrera y renunció a su trabajo en una universidad del País Vasco Francés cuando le notificaron que había ganado. Pero cambió el gobierno y todo se paralizó. 

Lana se especializa en comunicación social de la ciencia y anhela volver a su país natal. Todos los días escucha en los medios de Francia y España voces científicas destacadas que se lamentan por el desmantelamiento del sistema científico argentino. En febrero de 2024 se puso en contacto con otras cien personas en una situación similar a la suya. Aún en la virtualidad logró confluir en un espacio profesional interdisciplinario en el que planificaron acciones conjuntas y acompañaron presentaciones individuales. 

Para ella el grupo es también un espacio de catarsis. Mientras escucha a referentes internacionales que se alarman por lo que están haciendo con las universidades y los centros de investigación, y convocan a los científicos del mundo a migrar, ella anhela volver.

La ciencia y su noche más oscura

Cuando tenía 16 años estuve en la Carpa Blanca. Mi tía, la docente del pueblo, participó de la medida frente al Congreso de la Nación, que se inició el 2 de abril de 1997 y culminó el 30 de diciembre de 1999. Durante 1003 días reclamaron por la derogación de la Ley Federal de Educación y la sanción de una nueva Ley de Financiamiento Educativo que otorgaría un aumento en los fondos destinados a la educación. En mi visión adolescente, ese gesto colectivo era conmovedor. Significaba una entrega por defender las convicciones: la educación no es un privilegio para unos pocos. 

Estos gestos pacíficos de resistencia refractan un matiz, un tizne de luz que marca la diferencia. Hay una mirada decidida a reconocer los términos de una convicción. La convicción de que es posible, con acciones certeras y concretas, construir un espacio para habitar, respirando con calma y respeto, sin amenazas violentas. 



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