El final fue un pandemonium. El DT Marcelo Vázquez ingresó a la cancha a reclamarle visiblemente ofuscado al árbitro Carlos Córdoba. Sus ayudantes tampoco escatimaron insultos hacia él ni hacia integrantes del cuerpo técnico de Güemes. La impotencia dominó la escena después del despojo. Y era lógico. Sin embargo, minutos después aunque varios se mordían
El final fue un pandemonium. El DT Marcelo Vázquez ingresó a la cancha a reclamarle visiblemente ofuscado al árbitro Carlos Córdoba. Sus ayudantes tampoco escatimaron insultos hacia él ni hacia integrantes del cuerpo técnico de Güemes. La impotencia dominó la escena después del despojo. Y era lógico.
Sin embargo, minutos después aunque varios se mordían la lengua por las ganas de decir algo, nadie habló. El propio Vázquez fue el único que enfrentó a los periodistas. Para pedir “disculpas” por su reacción y para referirse a la falta de Borgnino del penal como “una jugada desafortunada”.
Por miedo a las represalias, todos se hacen los tontos y callan. Y así se naturalizan todas las anormalidades de un momento negro del fútbol argentino.
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