Por Sebastián Arana Agustín Villalba anotó de penal para San Isidro en el Torneo Clausura y se convirtió en el vigésimo octavo arquero que logra convertir, al menos, un gol en un partido oficial de la Liga Marplatense de Fútbol. La presencia goleadora de los guardavallas hace rato ha dejado de sorprender. Es moneda corriente.
Por Sebastián Arana
Agustín Villalba anotó de penal para San Isidro en el Torneo Clausura y se convirtió en el vigésimo octavo arquero que logra convertir, al menos, un gol en un partido oficial de la Liga Marplatense de Fútbol.
La presencia goleadora de los guardavallas hace rato ha dejado de sorprender. Es moneda corriente. Cada cuatro o cinco fechas algún arquero señala un gol. Por lo general, encargándose de la ejecución de algún penal. Excepcionalmente, rematando algún tiro libre o, en caso de urgencia, yendo a buscar su suerte sobre la hora en alguna pelota detenida. Pero el gol de arquero ya no provoca asombro.
Otrora, sin embargo, era poco menos un sacrilegio que un guardavallas le quitara a otro compañero la ejecución de un penal. Mucho menos un tiro libre. “Con los nenes que había, ¿qué arquero se iba a animar a patear?”, comentó, no sin razón, Héctor Rubén Porco, el inolvidable mediocampista central de Alvarado en las décadas de 1980 y 1990, una de las fuentes consultadas para abreviar la búsqueda en el archivo.
No solo no se encargaban de penales o tiros libres. Hasta las últimas décadas del siglo pasado ni siquiera era demasiado frecuente que hicieran los saques de arco. En todos los equipos había, por lo general, un marcador central que le pegaba fuerte a la pelota y se ocupaba de esa tarea. En Mar del Plata y, en líneas generales, en casi todo el fútbol argentino.
Arqueros que jugaran bien con los pies como Hugo Gatti, más atrás en el tiempo Amadeo Carrizo, o Ángel David Comizzo eran “raras avis”.
Por lo general, respondían a otro molde. A Carlos Biasutto, recordado ex guardameta de Rosario Central, Boca, Unión de Santa Fe y Platense en la década del ’70, en este último equipo lo bautizaron “Flecha”. “Lo sacás del arco y no sirve para nada”, explicaron sus compañeros a la sección el “ABC del fútbol”de la revista “El Gráfico”. Ese era el modelo de arquero predominante.
Buscar un gol de arquero en el siglo XX, por lo tanto, es algo así como intentar encontrar una aguja en un pajar. En Mar del Plata el primero que hizo un gol fue Oscar “Bocha” Tejedo y porque convenció a su DT en Deportivo Norte, Walter Hebia, de que lo ponga de “9” en el partido de la última fecha del Torneo de Primera B de 1978.
“Estaba desesperado por jugar de delantero. Lo volvió loco al técnico hasta que lo puso de ‘9’”, recuerda el “Pato” Roberto Castañeda, compañero suyo durante muchos años en Deportivo Norte.
Tejedo, sin embargo, estuvo a la altura. Deportivo Norte cayó como visitante 2-1 con Ministerio aquel día, 17 de diciembre. Pero el “Bocha” marcó el único gol del equipo “aurinegro”. No fue ese el único dato saliente de ese partido. Aquella vez se utilizó por última vez el legendario escenario portuense para un partido oficial.
Años después, en el torneo de Primera B de 1981, Oscar Palas, recordado arquero de Independiente, entre otros, salió de su hábitat natural y se dio el gusto de jugar de ’10’ en Colegiales. El 17 de octubre de ese año “Cole” venció 2-0 a El Cañón. El segundo gol lo hizo el “Negro” Palas, “golero que ahora se destaca como volante ofensivo”, se escribió entonces en LA CAPITAL.
Con bastante probabilidad, el primer gol de un arquero en un torneo oficial de la Liga Marplatense se haya convertido en ese mismo torneo de Primera B de 1981. Esto de la probabilidad viene a cuento porque no existen estadísticas completas ni de los certámenes de Primera B, ni mucho menos de la segunda de ascenso.
Lo hizo José Eguía, arquero de Racing, en la derrota de su equipo 2-3 ante Los Andes por la quinta fecha del Torneo Permanencia que jugaron estos dos equipos, más Atlético Mar del Plata y Once Unidos por mantener la categoría. Fue el 12 de septiembre y en la cancha de Nación.
El ex marcador central de Quilmes Mario Brandan, otro de los consultados para direccionar la búsqueda en los últimos años del siglo XX, tiró dos pistas y dio en el blanco. “No recuerdo bien si hicieron goles en partidos oficiales, pero yo me fijaría en estos dos nombres”, dijo.
Uno de ellos fue el de Oscar Tejedo, protagonista de la historia contada más arriba. El otro fue el de un ex compañero suyo en Quilmes: Luis Battaglia.
El “Bochi”, precisamente, marcó el único gol de arquero en la máxima categoría del que se tenga registro en el siglo pasado. Pero lo hizo defendiendo el arco de Los Andes, no el de Quilmes. Fue el 8 de septiembre de 1996 en la caída de su equipo (1-3) frente a Almagro Florida por la duodécima fecha.
El otro gol de arquero en la Liga Marplatense durante el siglo pasado lo hizo Pablo Papparella, al conectar un rebote de un penal ejecutado por él mismo, en la victoria de su equipo, General Urquiza, sobre Colegiales en el torneo de Primera B de 1997.
La probable influencia de Chilavert
Battaglia y Papparella convirtieron los apuntados goles en el momento en el que el fútbol argentino irrumpían con una fuerza avasallante los goles de penal y de tiro libre de otro monstruo del arco, el paraguayo José Luis Félix Chilavert.
Al legendario arquero probablemente haya que atribuirle la caída de la barrera, el fin del tabú. A él lo siguió Ignacio “Nacho” González, de Racing de Avellaneda, que tenía la costumbre de ajusticiar a sus colegas desde los doce pasos con remates de inusitada violencia.
A ellos los siguió una “legión” de arqueros en todo el país que se animaron a patear penales y, en menor medida, tiros libres.
El contraste de los números parece reforzar la idea de lo decisiva que resultó la emulación de Chilavert. A lo largo de todo el siglo XX hay registro de apenas tres goles de arqueros en partidos oficiales. En el XXI, en apenas 25 años, ya van 109.
El primer arquero del fútbol marplatense que comenzó a ejecutar penales con continuidad y eficacia fue Francisco “Pancho” Pugliese, quien entre 2000 y 2002 convirtió ocho, siempre jugando para Independiente.
A él lo siguieron otros especialistas. El mayor todavía está en actividad y en cualquier momento, cuando le den algún penal a San Lorenzo, promete ampliar la cuenta. No es otro que Ignacio Chiappa, quien entre 2016 y 2024 marcó nada menos que dieciocho goles en San Isidro y El Cañón.
Lo curioso del caso es que Chiappa en el fútbol marplatense asomó de forma tardía como ejecutor de penales. Cuando empezó a patearlos en San Isidro, ya habían pasado por ejemplo cuatro años de la “Batalla de Roca”, aquel recordado partido que le dio el ascenso a Alvarado al Federal A, cuando atajó dos y convirtió uno en la tanda decisiva.
Chiappa, además, es el único que anotó dos veces dos goles de penal en un mismo partido. Antes que él lo había conseguido Ignacio Churrupit en 2012 atajando para Círculo y este año lo hizo Gabriel Barucco para Once Unidos en el cruce de cuartos de final del Apertura ante Argentinos del Sud (4-2).
Hasta que Chiappa comenzó a ejecutar penales con frecuencia el sinónimo de arquero goleador en Mar del Plata fue Ezequiel Vecchiarelli, quien entre 2014 y 2017 marcó once tantos de penal para Juventud Unida de Batán y Nación.
Cadetes de San Martín, por su parte, tuvo dos guardametas que pateaban penales, uno detrás de otro. A partir de 2015 y hasta 2018, Santiago Tornato marcó nueve. Su heredero en el arco “tricolor”, Agustín Capalbo, convirtió otros tantos entre 2018 y 2022.
El primer continuador de Chilavert en toda su dimensión fue Sergio Del Curto, probablemente el arquero que mejor le pegó a la pelota durante este siglo en el fútbol marplatense. A sus dos goles de penal, le agregó otros dos de tiro libre cuando jugó en 2008 para Almagro Florida.
Rodrigo Antúnez, jugando para General Mitre en 2016, a poco de debutar en primera con 16 años, le marcó un golazo de tiro libre a San Lorenzo para darle la victoria a su equipo por 2-1 cerca del final. Sebastián Gutiérrez, su entonces DT en General Mitre, lo había llevado a las inferiores como jugador de campo. “Después le gustó el arco y cambió”, recuerda el entrenador. Lo llamativo de este caso es que Antúnez ya no hizo más goles. Después de sufrir una lesión en torneos barriales, colgó los botines.
Sin la costumbre de patear penales, otros tres arqueros marcaron goles decisivos para sus equipos por ir a buscar el cabezazo en área rival en la última jugada como recurso desesperado para emparejar un partido que se perdía irremediablemente. De este modo, Patricio De Pedro logró en 2010 el gol del empate de Almagro Florida ante Independiente (2-2) con un desvío cerca del arco; Federico Lorenzani cuatro años más tarde repitió la hazaña, también para Almagro Florida, consiguiendo con un remate de volea el tanto de la igualdad ante Argentinos del Sud; y durante el Apertura de esta misma temporada Emiliano Ferrer, para Cadetes, marcó de cabeza en tiempo agregado el 2-2 con Independiente.
El gol más extraordinario de todos, sin embargo, lo consiguió Gastón Lora, ex arquero de Al Ver Verás, quien también tenía la costumbre de patear y convertir penales. En el torneo de 2012 sacó de arco a arco y sorprendió a su colega de Boca desde más de 80 metros. Luego su equipo perdería 3-1.
Los arqueros marplatenses, en los últimos veinticinco años, han pateado casi tan bien como un jugador de campo. El arquetipo del “1” que ni siquiera hacía los saques de arco definitivamente pertenece al pasado.
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