Fernando Salimbene, bajo el alias Nandon, se hizo conocido por una iniciativa particular que destacó de las expresiones artísticas habituales de ese entonces: decoró las calles con carteles que decían “Vendo mi ego”, que luego se convirtió en “Vendo mi Instagram” y, finalmente, en diversas frases que cada transeúnte toma como propias. Con su arte,
Fernando Salimbene, bajo el alias Nandon, se hizo conocido por una iniciativa particular que destacó de las expresiones artísticas habituales de ese entonces: decoró las calles con carteles que decían “Vendo mi ego”, que luego se convirtió en “Vendo mi Instagram” y, finalmente, en diversas frases que cada transeúnte toma como propias. Con su arte, que se expandió más allá de las frases urbanas, ganó reconocimiento en distintas partes del país.
“El tema del graffiti era que llevaba todo eso de la ilegalidad o de que a no todo el mundo le gustaba, pero a mí me gustaba mucho hacer cosas en la calle. Los carteles fueron como una respuesta a eso, de poder dejar algo en la calle sin que sea algo muy invasivo”, explicó en diálogo con LA CAPITAL.
Pero su recorrido artístico inició mucho tiempo antes: “Mi relación con la pintura siempre estuvo. Llegaba del colegio y me encontraba con mi viejo laburando en casa, que en ese momento trabajaba haciendo chapa y pintura, así que teníamos un taller con autos. Siempre me encontraba ahí, con olor a solvente, con él usando la pistola de pintura. Era una pintura más desde el oficio”, recordó, y agregó: “Y mi vieja también pintaba, pero cuadros muy decorativos. Ella es docente, nada que ver con el mundo del arte, ni ella ni mi viejo, pero de ahí me empezó a llamar la atención la parte más visual, más creativa”.
Después comenzó a participar en talleres de su barrio: “Íbamos varios chicos, hacíamos escultura en arcilla, cosas así, pero no había una búsqueda de ideas. Eso llegó de más grande”. A los quince, Fernando empezó a pintar graffiti y a “buscar una identidad propia”, mientras exploraba lo que ofrecían las nuevas redes sociales como Facebook, jugando con mostrar un personaje “de una forma un poco misteriosa”. Mientras tanto, salía a pintar a la calle: “Esa actividad me daba algo… una especie de rebeldía adolescente, vandalismo inocente”, recordó.
Sobre esta etapa explicó: “También empecé a encontrar grupos, espacios de pertenencia, otros pibes que hacían lo mismo. En 2010 fue el auge del graffiti, había mucha movida. Iba viendo cosas también por internet, influencias de afuera, o mismo en el bondi veía murales o pintadas que tal vez antes no registraba”.
Fernando estudió durante tres años la carrera de Bellas Artes, aunque no la terminó. “En ese momento pensaba que todo era joda, pero después me dieron ganas de aprender a pintar en serio, con óleo, con acrílico, escultura. Ahí fui aprendiendo muchas técnicas, pero me faltaba una idea. Cuando empecé a meterme en el arte contemporáneo, el conceptual, todo eso que me enseñaron en la facu y con mi maestro actual, Miguel Ronsino, empecé una búsqueda más profunda”, contó sobre esa etapa de su aprendizaje.
Sobre los estudios que inició en 2016 con Miguel, comentó que su intención era “buscar mi historia, mi identidad, mi barrio y mis costumbres”, y fue él quien le brindó ayuda para “entender un poco más y darle sentido a las cosas que yo hago… para que mi obra tenga relación con las cosas que pasan en mi vida y en mi mundo”.
Algo que motiva a Fernando a ser artista, además de querer que lo “conozcan como artista y como persona”, es hacer algo que a las demás personas les guste, ya que eso “genera una buena satisfacción”. Además, algo que siempre le “interesó es hacer pensar a las demás personas, que generen un pensamiento crítico”.
Su conexión con Mar del Plata
Nandon es de Buenos Aires, pero, motivado por su forma de ser inquieta, decidió aprovechar un departamento familiar ubicado en el centro marplatense para venir más seguido a nuestra ciudad. Sobre esta oportunidad, aclaró: “También hay que hablar de las posibilidades que se tienen, porque hay veces que decís ‘uy, todo el mundo debería estar haciendo arte’, pero las posibilidades son muy limitadas”.
Sobre Mar del Plata explicó: “empecé a venir muy seguido y dije: ‘Esta ciudad re da para este tipo de intervenciones, porque acá hay algo muy especial: la gente acá sale a pasear o a mirar, y hay otro tipo de contemplación’”.
Sobre esto profundizó: “La gente percibe de otra manera acá que quizás en la vorágine de la Ciudad de Buenos Aires, donde están todos yendo y viniendo, y el cartel pasa más desapercibido entre toda la publicidad y todo el exceso de comunicación que hay. Acá hay una pausa y la gente los percibe diferente”.
También destacó que la gente en Mar del Plata es “muy cercana”. “Es gente que no tiene problema en saludarte, invitarte a algún lado a tomar algo, a conocer un bar, ir a ver una obra de teatro. Acá la gente tiene menos pudor con eso. Me abrazó mucho más en ese sentido, la verdad que la gente que me recibe es muy cálida”.
A medida que comenzó a observar que su arte iba tomando reconocimiento se fue sorprendiendo, pero, a su vez, confesó: “fue un alivio saber que empezó a moverse, porque pasé mucho tiempo haciendo carteles cuando tenía el taller en casa de mi vieja, y pintaba carteles y carteles de ‘Vendo mi ego’ y llenaba todo el piso con los carteles, y decía: ‘Ay, Dios, qué ridículo que es esto, ojalá que en algún momento tenga sentido’”.
A Fernando le gusta que su arte “tenga una crítica social”, pero ahora también está buscando una faceta más “poética”: está haciendo estrellas, y sobre eso explicó: “Hace poco falleció mi viejo y hay una frase que se dice: ‘Una estrella más en el cielo’, bueno, también buscarlo desde ese sentido”.
Para crear frases se inspira en cosas que le escucha a sus amigos, otras de “la cultura popular” y otras que piensa él mismo. Sobre sus ideas explicó que a veces piensa “Bueno, esto quizás solamente me pasa a mí”, pero cuando los cuelga en la calle y los ven otras personas, también les resuena. “Porque todos tenemos más o menos los mismos problemas… la vida, la muerte, el amor, el desamor… todas esas cosas que van pasando y que son problemas que compartimos”.
El valor social del arte
Se definió como una persona que generó “un pensamiento bastante crítico”, y eso le “gusta trasladarlo a la sociedad. Me parece que es lo más importante del arte”, expresó, y amplió: “Siempre voy a luchar porque haya justicia social, de que estén las mismas posibilidades para todos, por empatía, por no generar odio, por unirnos entre todos y quitar también una cierta idea de individualismo”.
“Que el arte sea no gratis, pero que no le cierre las puertas a las personas cuando quieran consumir algo. Que la cultura sea accesible para todos. Eso es lo que me gustaría, que no se limiten las posibilidades y que haya cada vez menos espacios privatizados en ese sentido. Pero que también a los artistas se les pague, porque es un trabajo”.
Sobre su día a día, contó: “Mucho de mi vida es en relación al arte. La mayor parte de mi vida está ahí. Es el lugar donde quiero estar, en mi casa tranquilo, pintando”. Pero también le gusta pasar tiempo con sus amigos y bancarlos en sus proyectos, mientras también “trato de ser un buen hijo, ir a visitar a mi vieja. Son esas cosas, las verdaderas cosas de la vida. Compartir con los seres queridos, estar ahí presente y tratar de ser buena persona e ir aprendiendo cada día un poco más”.
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