A comienzos de esta semana, nos sorprendimos al ver que, desde las redes sociales de la astróloga Ludovica Squirru, se anunciaba la presentación de su nuevo libro, el Horóscopo chino 2026, nada menos que en el Planetario Galileo Galilei, institución pública que depende del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. El repudio en redes
A comienzos de esta semana, nos sorprendimos al ver que, desde las redes sociales de la astróloga Ludovica Squirru, se anunciaba la presentación de su nuevo libro, el Horóscopo chino 2026, nada menos que en el Planetario Galileo Galilei, institución pública que depende del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. El repudio en redes fue inmediato, de parte de, inicialmente, perfiles de usuarios individuales, y, más tarde —mientras las autoridades hacían silencio—, la Asociación Argentina de Astronomía, que emitió un duro comunicado exigiendo la cancelación del evento y denunciando la utilización del predio de una institución insignia de la comunicación de la ciencia para promover lo que caracterizaban como “una pseudociencia”.
En una época en que arrecian en el país los ataques de todo tipo a la producción de conocimiento científico y en que lamentablemente algunos miembros de la comunidad científico-tecnológica eligen mantenerse al margen y no alzar su voz, la reacción de la Asociación es sin duda loable.
Hay solo un detalle.
La astrología no es una pseudociencia.
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No, no enloquecimos. Como parte de exprimir cada gota de esta vida dulce, como le dice Scully a Mulder, no solo nos hemos ocupado de relevar horas (empezamos por 60; vamos por 120) de discursos de Milei, dos años de posteos del grupo antivacunas Médicos por la Verdad y mucho material de terraplanistas y negacionistas del cambio climático (todavía en proceso), sino que hemos tenido que caracterizar el discurso de la astrología contemporánea a fines de desarrollar herramientas para “inocular” a los jóvenes contra ella. Porque, ante todo, hay que conocer al enemigo. Por eso sabemos que la astrología no es pseudociencia: no aparenta cientificidad, no se hace pasar por ciencia.
Lo cierto es que, contra lo que declaran varios teóricos de la didáctica de las ciencias que han intentado ofrecer herramientas para contrarrestar la influencia del discurso astrológico, la clave no parece ser enseñar por qué la astrología no es científica. Lo que encontramos una y otra vez en varios astrólogos actuales, de Argentina y el exterior, incluida Ludovica, no es un intento de hacer pasar su discurso como científico; es más, varios de ellos incluso denuncian explícitamente el “cientificismo” e insisten en la legitimidad de la astrología como un “saber” “complementario” a la ciencia.

En el caso particular de Ludovica, si tomamos, por ejemplo, las 448 páginas de sus predicciones para el año 2021, el término “ciencia” aparece solo trece veces, pero en doce de ellas no se usa para referirse al discurso astrológico (sino para hacer predicciones esclarecedoras como la que nos anticipaba que el Mes del Mono sería “propicio para las investigaciones científicas, y esperemos que estas se enfoquen en innovaciones en los campos de las ciencias de la tierra y la economía”), y en la restante se trata justamente de comparar el ámbito de la ciencia con la astrología china, al señalar cómo “es sorprendente cómo la ciencia de la epigenética coincide con las filosofías asiáticas, en especial […] el ba zi: astrología china”.
Que Ludovica sugiera que la astrología es una forma de filosofía no deja de ser ofensivo para al menos uno de los dos autores de esta columna, pero definitivamente no habilita endilgarle a su discurso el título de pseudociencia.
¿Qué es exactamente lo que está mal, entonces?
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Una respuesta, en este punto, podría ser que, se haga o no pasar por ciencia, lo que está mal en la astrología es algo bastante sencillo: sus predicciones típicamente son… falsas. Y es básicamente lo que nos dicen epistemólogos como Sven Ole Hansson, uno de los principales teóricos actuales sobre negacionismo científico y pseudociencia. Ejemplos de esto, es verdad, no faltan: parte de lo anunciado por Ludovica para el año del búfalo de metal era que la OMS “se disolverá a causa de estafas y asociaciones ilícitas que lucraron con la salud de la humanidad” y que los “sistemas de salud privados”… también: “por falta de prevención, de acuerdos oscuros pospandemia, y viviremos la era de la ‘autocuración’”. No parece haber mucho margen para reinterpretar nada aquí: la OMS no se disolvió, y punto.
También son falsas (como podemos sospechar en relación con mucha gente) las predicciones para diversos “animales”. Por ejemplo, aquellas en las que afirmaba que los “chanchos” iban a construir con sus propias manos “una casa con permacultura”. Claro que no estamos rodeados de casas construidas con permacultura por los millones de “chanchos” que deberían existir de acuerdo con el horóscopo chino. Con “cabras”, “monos” y “perros” también realizó predicciones bastante arriesgadas que se probaron falsas.
Pero el punto no puede ser simplemente señalar eso, porque errores cometemos todos, y porque —esto es lo más importante— hay algo más: unas cuantas de sus predicciones definitivamente no pueden considerarse falsas.
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Los textos de Ludovica (y también los de colegas del rubro como Astromostra o Lu Gaitán, por ejemplo) están repletos de enunciados que no pueden nunca probarse falsos: están “a salvo” de la refutación, sin importar lo que pase en el mundo. Esto no significa que reflejen la realidad; más bien, en cierto sentido, no dicen nada: carecen de valor informativo.
Cuando los analizamos, encontramos diferentes formas en las que sus predicciones o descripciones resultan infalsables, irrefutables. Tres de ellas son las siguientes.
Vaguedad: elige tu propia [delimitación]
Predicados vagos son aquellos que tienen “contornos” imprecisos a la hora de aplicarlos: ¿cómo demostraríamos que es falsa una descripción como la de Lu Gaitán según la cual “el tema para las personalidades de Fuego es que muchas veces dicen que van a hacer algo pero cuando llega el momento de actuar, se fue el deseo o se fue ese impulso, de ahí que muchxs sean acusadxs de ser irresponsables”? ¿Cuántas veces son muchas veces, cuánta gente son “muchxs”? Si quisiéramos mostrar que esta descripción no encaja con lo que realmente sucede, siempre nos podría responder que sí, que los casos que creemos que son “pocos” en realidad son “muchos”, y sanseacabó. Y lo mismo encontramos en Ludovica que, en su “Resumen de las influencias astrales en 2021”, nos ilumina con la predicción de que “Será un año de innovaciones en muchos aspectos”. ¿Cuántos aspectos serán muchos aspectos?
Modalización: puede que sí, puede que no
En lógica se dice que, además de concebir a los enunciados como verdaderos o falsos, podemos concebirlos desde la perspectiva de la modalidad, que los distingue a partir de su relación con las categorías “posibilidad” y “necesidad”. Que una de las predicciones de Ludovica para el 2021 haya sido que los primogénitos del hogar “podrían sufrir migrañas” es un buen ejemplo: si a nuestra criatura mayor le pasa, será compatible con la predicción; si no le pasa, también. Nada que ocurra en el mundo real podría servir para realmente poner a prueba un enunciado de este tipo.
Indeterminación: la trampa de “llená los huecos”
A diferencia de la vaguedad, donde el problema es establecer un límite claro para determinar cuándo un predicado se aplica, en el caso de la indeterminación el problema es que ni siquiera sabemos de antemano qué tipo de fenómeno se está describiendo. Esto es lo que permite que, solo después de ocurrido un evento —“con el diario del lunes”—, se afirme que la predicción se refería desde el comienzo a eso, dando la impresión de haber sido “confirmada” a posteriori. Y en este grupo se incluye una predicción a la cual uno de los anfitriones habituales de Ludovica, el periodista Reynaldo Sietecase, se refiere con insistencia: la supuesta anticipación, por parte de la astróloga, de la pandemia de COVID. Lo que realmente dijo Ludovica anticipando el 2020 fue
Va a ser duro, va a ser durísimo… Van a haber mínimo nueve, ocho meses en los que vamos a tener que hacer la plancha, bucear, tubo de oxígeno, para ver cómo hacemos en el día a día. Porque […] estamos todos en el Arca de Noé. Estamos todos metidos como argentinos en este barco.
La referencia al “tubo de oxígeno”, mal que nos pese decepcionar al entusiasta Sietecase, formaba parte de una metáfora de buceo, acompañada de otras metáforas náuticas más generales sobre barcos y arcas, sin que nadie haya salido a decir que en realidad Ludovica predijo la reaparición del Arca de Noé. Pero junto con este libre juego que le permite a la autora dar a entender que el Arca era metafórica mientras que los tubos de oxígeno no lo eran, tenemos lo más importante del truco: en realidad Ludovica no dijo “pandemia”, ni siquiera algo más general pero suficientemente acotado como que los problemas que iba a atravesar el país iban a estar en el plano de la salud pública.

Del mismo modo que otros adivinadores y artistas del engaño que nos dicen enunciados más bien vacuos (“Veo que has sufrido mucho en tu vida”) para que seamos nosotros quienes llenemos los huecos y terminemos siendo los que brindemos la información, Ludovica se pavonea de haber hablado de un año “duro, muy duro” y de que íbamos a tener que luchar con el “día a día” porque, retrospectivamente, podemos “rellenar” ese enunciado con la pandemia de la cual no habló, del mismo modo en que, si no hubiera habido pandemia, esa generalidad habría pasado a referirse a… casi cualquier otra cosa “dura, muy dura” (una sequía, un pico inflacionario o un aumento del desempleo).
Esto funciona igual de bien como “predicción” de la pandemia que la de Astromostra. Cuando este escribe en 2021 que a finales de diciembre de 2019 había “alertas astrológicas de que estábamos viviendo tiempos de muchísima importancia”, y en el párrafo siguiente agrega “Y entonces, coronavirus” (sic), todo el truco está en sugerir que la astrología había podido de algún modo predecir que iba a ocurrir una pandemia. Pero, obviamente, no lo hizo (y de hecho podría considerarse que justamente la incapacidad de la comunidad astrológica de anticipar con algún nivel de precisión un acontecimiento tan enormemente inusual habla en contra de la disciplina, no a favor).
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Lo fantástico de estos augurios convenientemente vagos, modalizados o indeterminados es que nada podrá contar nunca como una refutación de ellos. Irónicamente, lo que está mal en enunciados así no es que sean falsos, sino que… no pueden serlo. Y eso es porque no dicen nada interesante, o nada en absoluto.
Privados en la ciencia
Entre las novedades de esta semana relacionadas al desarrollo nacional sobresale lo acontecido en el Congreso de la Nación, primero con el rechazo al veto del presidente Javier Milei sobre la Ley de Financiamiento Universitario (ahora suponen que el Ejecutivo la promulgará sin hacerse cargo, como hizo con la emergencia en discapacidad), y luego con la votación que permitió avalar que el Gobierno privatice Nucleoeléctrica, la firma de energía nuclear estratégica y superavitaria del país (con votos claves de Provincias Unidas en favor de LLA). Además, el vocero presidencial Manuel Adorni anunció que la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i), clave para el financiamiento de proyectos, será «reestructurada para priorizar la articulación entre la investigación científica y el desarrollo productivo».
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